¿Por qué las redes sociales dan tanto miedo?

Cuando se critica la falta de transparencia en el seno de las organizaciones, solemos pensar en empresas pequeñas con falta de medios y preocupaciones más perentorias que las de mostrar a la sociedad su esencia, funcionamiento y prácticas.

Lamentablemente esta falta de capacidad para trasladar a los públicos objetivos una radiografía de la propia empresa también la sufren las empresas de un tamaño considerable, tal y como reflejaba el diario El País el pasado domingo en su suplemento Negocios. Parece ser que las principales empresas españolas no consideran que las redes sociales pueden ser un vehículo insustituible para estar en permanente contacto con sus clientes, conocer qué hace la competencia y qué se mueve en el sector en el que trabajan, prever problemas, gestionar errores y malentendidos en el mismo momento en el que se producen, obtener una ventaja competitiva frente a otras compañías timoratas o con cortedad de miras…

Y qué decir de los organismos e instituciones públicas.
Dolors Reig publicaba recientemente en su blog una entrevista en la que se exponían algunas iniciativas destacadas del ámbito público, como la del gobierno de Euskadi que ha creado recientemente el puesto de Chief Internet Officer para gestionar su presencia en la web 2.0. Pero lamentablemente siguen siendo excepción.

En el caso de la empresa privada se trata, al menos, de una opción. En cualquier institución pública, sin embargo, tenemos el derecho a conocer cómo se emplean nuestros impuestos, con qué resultados, cuáles son las prioridades políticas de sus responsables… y hasta a ser consultados sobre las prioridades del gasto y los proyectos de futuro.

Porque una auténtica democracia es mucho más que votar cada cuatro años, como pretenden hacernos ver muchos políticos; es un proceso de participación continuo en el que se abran canales para que la opinión de muchos prime sobre la de unos pocos. ¿Quizá por esto siguen siendo las instituciones públicas tan opacas?

¿Ciencia ficción? Esperemos que en breve podamos cambiar de género y dedicarnos a la historia contemporánea.

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