Homo Deus, Yuval Noah Harari

A principios del siglo XXI, el tren del progreso sale de nuevo de la estación…, y es probable que sea el último. Los que lo pierdan nunca tendrán una segunda oportunidad. Debemos entender la tecnología y en particular los poderes de la biotecnología y de los algoritmos informáticos (…) Los que viajen en el tren del progreso adquirirán capacidades divinas de creación y destrucción, mientras que los que se queden rezagados se enfrentarán a la extinción

En el pasado, la censura funcionó al bloquear el flujo de información, hoy funciona avasallando a la gente con información irrelevante

Hoy la censura ya no bloquea información, nos avasalla con información irrelevante Clic para tuitear

Lejos de limitarlos, el nuevo libro de Yuval N. Harari, tal y como él mismo manifiesta, trata de ampliar nuestros horizontes para que podamos pensar de forma más imaginativa sobre un futuro impredecible que nadie, en realidad, sabe cómo será.

Provocador y estimulante, trata multitud de temas (ética, religión, inteligencia humana y artificial, tecnología…) con una perspectiva histórica que proyecta hacia el futuro.

Estas son algunas de las ideas que comparte:

Problemas pasados y anhelos futuros

En las últimas décadas hemos logrado controlar los tres principales problemas que ha tenido la humanidad: el hambre, las epidemias y la violencia. Hoy mueren más personas por comer demasiado que por comer demasiado poco, más por vejez que por una enfermedad infecciosa y más por suicidio que por asesinato a manos de soldados, terroristas o criminales. En una imagen: el azúcar es ahora más peligroso que la pólvora; para un norteamericano o un europeo, la Coca-Cola es una amenaza mucho más letal que Al Qaeda.

Tras alcanzar niveles sin precedentes de prosperidad, salud y armonía, es probable que los próximos objetivos de la humanidad sean la inmortalidad, la felicidad y la divinidad.

Los seres humanos también somos algoritmos

De hecho, el 99 % de nuestras decisiones las toman refinadísimos algoritmos que llamamos sensaciones, emociones y deseos.

Hoy en día podemos usar escáneres cerebrales para predecir los deseos y las decisiones de una persona mucho antes de que ella misma sea consciente de ellos. Yo no elijo mis deseos. Solo los siento y actúo en consecuencia.

Lo que somos, nuestro pasado y objetivos, es solo un relato

Una lección importante para la comunicación (ya sea la gestión de crisis o el entorno político, por ejemplo) es que bien está lo que bien acaba.

Tejemos nuestros relatos, experiencias, vivencias… a partir de momentos culminantes y resultados finales. Los pediatras conocen bien este truco y obsequian a los niños con un premio, una golosina, después de una dolorosa inyección. Cuando ese niño recuerde su visita al médico, esos segundos finales de placer borrarán muchos minutos previos de ansiedad y dolor.

[Es el mismo proceso que se produce tras un parto. Si analizamos fríamente los tormentos que las mujeres experimentan, es posible que ninguna mujer en su sano juicio aceptara repetir. Nuestro sistema hormonal, sin embargo, nos ofrece al final del parto y en los días siguientes cortisol y beta-endorfinas que reducen el dolor y generan una sensación de alivio, a veces incluso de euforia. El amor creciente hacia el bebé, las felicitaciones de amigos y familiares, los dogmas religiosos y la propaganda social conspiran para transformar el parto, un trauma terrible, en un recuerdo positivo].

Todos nosotros tejemos un relato imaginario a partir de una selección de experiencias, fragmentos de películas, libros, discursos, ensoñaciones… Este revoltijo crea un relato coherente sobre quién soy, de dónde vengo y adónde voy. En esencia, somos solo relatos.

Los pilares de la felicidad

La felicidad se sustenta en dos columnas: una psicológica y otra biológica. En el plano psicológico, la felicidad depende de las expectativas y no de condiciones objetivas (no nos suele satisfacer llevar una vida tranquila y próspera). Las malas noticias: a medida que las condiciones mejoran, las expectativas se disparan.

El conocimiento y nuestra incapacidad de dar sentido al presente

Hoy día la principal fuente de riqueza es el conocimiento.

Hace siglos, el saber humano aumentaba despacio, de modo que la economía y la política cambiaban también a un ritmo pausado. En la actualidad, nuestro conocimiento aumenta a una velocidad de vértigo, y teóricamente deberíamos entender el mundo cada vez mejor. Pero sucede exactamente lo contrario: cada vez somos menos capaces de dar sentido al presente o de pronosticar el futuro.

La importancia del entorno social

Los sapiens no se comportan según una fría lógica matemática, sino según una cálida lógica social. Nos rigen las emociones.

Nos comportamos de modo muy diferente cuando estamos solos que cuando estamos en grupo, y también existe diferencia entre grupos pequeños y grandes.

La clave del éxito de las revoluciones

El ser humano domina el planeta no porque sea mucho más inteligente sino porque es la única especie capaz de cooperar de manera flexible.

Para organizar un revolución, nunca basta con los números. Por lo general, las revoluciones las hacen pequeñas redes de agitadores y no las masas. Si quieres poner en marcha una, no te preguntes cuántas personas apoyan tus ideas, sino cuántos de los que te apoyan son capaces de participar en una colaboración efectiva.

Las religiones en el siglo XXI

A lo largo de los próximos años, crearemos más ficciones poderosas y más religiones totalitarias que en ninguna época anterior. Diferenciar la ficción de la realidad y la religión de la ciencia será más difícil, y esencial, que nunca.

Diferenciar la ficción de la realidad y la religión de la ciencia será más difícil que nunca. Clic para tuitear

Es improbable que las nuevas religiones surjan de las cuevas de Afganistán o de las escuelas coránicas de Oriente Próximo, es mucho más probable que se originen en laboratorios de investigación: nuevas tecnorreligiones que nos prometan la salvación mediante algoritmos y genes.

Y una posible (y terrible) visión sobre el futuro 

A medida que los algoritmos expulsen a los humanos del mercado laboral, la riqueza podría acabar concentrada en manos de una minúscula élite que posea los todopoderosos algoritmos, generando así una desigualdad social y política sin precedentes.

Podemos asistir a la creación de una nueva y masiva clase no trabajadora: personas carentes de ningún valor económico, político o incluso artístico, que no contribuyen en nada a la prosperidad de la sociedad. Esta «clase inútil» no solo estará desempleada sino que será inempleable.

De acuerdo con el estudio de dos investigadores de Oxford, estas son las posibilidades de que los algoritmos informáticos se queden con nuestro trabajo en los próximos 20 años: 

  • Televendedores y agentes de seguros: 99 %
  • Árbitros deportivos: 98 %
  • Cajeros: 97 %
  • Chefs: 96 %
  • Camareros y procuradores: 94 %
  • Panaderos y conductores de autobús: 89 %
  • Obreros de la construcción: 88 %
  • Guardias de seguridad: 84 %
  • Arqueólogos: 0,7 % (porque su trabajo requiere tipos de reconocimiento de pautas muy refinados y no produce grandes beneficios).

Ya hay iniciativas para que nuestras lentes de contacto comprueben cada cierto tiempo nuestros niveles de glucosa en sangre, pañales inteligentes que analizan las heces del bebé en busca de indicios sobre su salud o aplicaciones que, de acuerdo con nuestros hábitos, nos indican los años de vida que nos quedan.

De hecho, Google Flue Trends, aún en fase de desarrollo, permite detectar una epidemia de gripe 10 días antes que los tradicionales servicios de salud.

Porque, tal y como dijo Yogi Berra, el futuro no es lo que solía ser. Y cada vez menos…

Fuente de la imagen inicial: Freedigitalphotos

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