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Este artículo encierra un pequeño juego que descubrirás una vez lo hayas leído completo 😉 

¿Tienen los musulmanes algún gen que les inhabilite para disfrutar de la democracia y los derechos humanos?

Es exactamente el mismo que hace que juntar en una misma frase políticos tradicionales y uso apropiado, no ya inteligente, de las redes sociales sea una auténtica contradicción.

No existe ese supuesto gen. En el caso de los políticos españoles, su conducta es la lógica, la que fácilmente se puede deducir de un entorno cuyas estructuras son profundamente conservadoras, propias de otro siglo.

Una conducta que sigue manejando los mismos códigos, discursos, tono… de hace 20, 50 años. Y la sociedad española ha cambiado radicalmente, a pesar de que muchos políticos aún no se hayan dado cuenta.

Los análisis más conservadores y timoratos se apoyan en datos parciales como la naturaleza sociológica de sus votantes, gracias a que el 50 % de los apoyos que reciben PP y PSOE llegan de personas que no tienen un simple correo electrónico.

Es lo único que les permite, de momento, seguir dando la espalda a la realidad.

Quizá así se pueda entender con mayor facilidad el uso que los políticos españoles, con algunas pero notables excepciones, realizan de las redes sociales, convertidas en un instrumento más al servicio de sus caducos discursos oficiales, de una oratoria anclada en el pasado, que desconfía del contacto con el ciudadano, que aborrece la crítica y prefiere el aplauso constante de su entorno.

Una realidad que cambia cada día y mucho más deprisa de lo que ellos quisieran. Porque esa sociedad en la que depositan sus esperanzas de ser elegidos comienza a mostrar una forma de ser y de pensar completamente diferente. Demanda un relevo generacional, no solo en años, también en ideas, y exige casi como un derecho, una administración más abierta, transparente, participativa…

La pena es que los partidos que deben facilitar los cambios son, aún en estos momentos, los más interesados en que nada cambie.

No es una cuestión de herramientas, sino de actitud

Por ello, el debate sobre el uso de redes sociales más convencionales -como Twitter o Facebook- frente a otras más recientes y de un crecimiento meteórico como Snapchat palidece ante la ausencia de una auténtica actitud 2.0.

Mucho antes de plantearnos nuestra presencia en redes sociales, conviene conocer algunos conceptos básicos que nuestros políticos aún ignoran:

  • El entorno digital, las redes sociales, parece estar de moda -a tenor de su uso frenético en periodo electoral, por ejemplo- pero no es una moda. Constituye una auténtica revolución que ha variado completamente la forma en la que nos relacionamos. A la política aún no ha llegado plenamente… Pero llegará.
  • No se trata pues de una cuestión tecnológica, las herramientas son lo de menos. Lo importante es lo que hay detrás, la actitud, los valores… ¿Cómo vamos a relacionarnos con ciudadanos del siglo XXI?, ¿cómo vamos a abrir las administraciones públicas para facilitar la transparencia, la participación?, ¿vamos a seguir haciéndolo con manuales de estilo del siglo pasado? Estas son las preguntas que nos deberíamos haber planteado ya.
  • Este nuevo contexto democratiza el acceso y la difusión de información. La comunicación ya no se puede controlar, como sigue siendo la aspiración de algunos políticos y organizaciones, solo gestionar, como un actor más, y no siempre el más importante.

La primera persona del singular ya no se conjuga, ha de dejar paso a la segunda del plural.

  • La clave está en los otros, no en nosotros. Ya no somos el centro de atención y conviene irse acostumbrando. No hallarás ni rastro de cotos cerrados, tan cómodos, seguros y asépticos como reuniones de partido, mítines, encuentros con simpatizantes…

¿Y en este contexto, cómo se explica que el presidente del Gobierno español Mariano Rajoy sea uno de los 10 políticos mundiales con mayor presencia en redes sociales? Quizá en que su equipo haya trabajado convenientemente el aspecto cualitativo, la acumulación de seguidores… con el propósito, precisamente, de vender una imagen de modernidad que el presidente no conoce.

Una imagen pública que solo puede convencer a aquellos alejados del entorno digital, a aquellos que siguen informándose, también de la actualidad política, a través de los medios de comunicación tradicionales…

Para el resto, que cada día somos más, ese esfuerzo no tiene ningún valor. Ya conocemos cuál es el significado de la presencia en redes sociales de muchos políticos: casi un mal necesario, que les retrata, que retrata sus ideas y que esperemos que, muy pronto, retrate también sus posibilidades de resultar elegidos.

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[Este artículo fue redactado en noviembre del pasado año para el número inicial de una revista de márquetin y comunicación que finalmente no vio la luz. Lo he recuperado íntegro, solo he eliminado una alusión a las pasadas elecciones generales en España. Tanto el contenido, creo, como la actitud de determinados políticos ante la sociedad que representan, de esto estoy seguro, siguen estando plenamente vigentes, por desgracia].

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